Otra vez es sábado, otra vez es
mediodía. Otra vez estuve toda la noche afuera, otra vez en una plaza.
Salimos temprano anoche, fuimos a San Telmo
como casi todas las noches. Pagamos una entrada de tres pesos, nos hicieron
sacar los borcegos y los cinturones. El flaco de la puerta se quizo quedar con
mi campera, otra vez. Vimos mil bandas, tomamos dos mil cervezas y tres mil
vinos y fumamos cinco porros. Me tocaron el culo veinte mil veces. Ya casi no
le prestamos atención a las bandas, algunas son de amigos, otras de enemigos,
otras de nadies. Todos punks, pseudo punks, punks de Barrio Norte. El último
punk se murió punk se murió hace unos meses, se llamaba Ricardo y se suicidó
después de perder un partido en el Winnin Eleven con la Play. El acto más punk
que vivieron los punks.
Y acá estamos, recordando a Ricardo con mil
bandas tributo a su banda. La mitad de la gente que está acá, hablaba mal de
Ricardo a sus espaldas, pero hoy él es el héroe de todos. Yo pienso que Ricardo
estaba tan lejos de nosotros que nadie llegó a entenderlo cómo se merecía.
Salimos de Cemento cuando todavía estaba
oscuro, vimos a los obelos venir corriendo a pegarnos con palos y cadenas por
Estados Unidos, del lado de Boedo. Corrimos, corrimos mucho todos para 9 de
Julio, el único lugar a dónde había gente y luz, aunque también había ratis y
era un peligro para los pibes, a nosotras nos sueltan al toque. Nos reagrupamos
en plaza Dorrego, todavía había algunos gringos dando vueltas. Nacho nunca
apareció. Si está en una comisaría no lo vamos a saber hasta mañana. Si lo
mataron los obelos, tal vez no lo sepamos nunca.
Otra vez es sábado, otra vez es mediodía. Otra
vez estoy sin dormir y no tengo sueño. Estoy en un auto con mi hermanito yendo
a lo de mi viejo como todos los sábados al mediodía. Vivímos con una mamá joven
que nos despacha para poder vivir los fines de semana sin hijos.
Me saco los aros, los prendedores. Me limpio
la pintura de la cara. Escondo todos los alfileres de gancho que tengo. Guardo
el cinturón y las cadenas en la mochila. Me cambio las zapatillas por unas que
no están limpias, pero al menos no tienen agujeros. Me pongo un jean arriba de
las medias de red rotas. Mi hermano me mira: -Estás más linda asi.- dice.
No entiende nada, tiene once años.
Llegamos al departamento del piso 16
por el ascensor, nos abre papá.
-¿Qué te dije? Con las uñas asi de desprolijas con el esmalte negro
saltado a mi casa no entrás.