viernes, 21 de marzo de 2014

Identidad

Otra vez es sábado, otra vez es mediodía. Otra vez estuve toda la noche afuera, otra vez en una plaza.
 Salimos temprano anoche, fuimos a San Telmo como casi todas las noches. Pagamos una entrada de tres pesos, nos hicieron sacar los borcegos y los cinturones. El flaco de la puerta se quizo quedar con mi campera, otra vez. Vimos mil bandas, tomamos dos mil cervezas y tres mil vinos y fumamos cinco porros. Me tocaron el culo veinte mil veces. Ya casi no le prestamos atención a las bandas, algunas son de amigos, otras de enemigos, otras de nadies. Todos punks, pseudo punks, punks de Barrio Norte. El último punk se murió punk se murió hace unos meses, se llamaba Ricardo y se suicidó después de perder un partido en el Winnin Eleven con la Play. El acto más punk que vivieron los punks.
 Y acá estamos, recordando a Ricardo con mil bandas tributo a su banda. La mitad de la gente que está acá, hablaba mal de Ricardo a sus espaldas, pero hoy él es el héroe de todos. Yo pienso que Ricardo estaba tan lejos de nosotros que nadie llegó a entenderlo cómo se merecía.
 Salimos de Cemento cuando todavía estaba oscuro, vimos a los obelos venir corriendo a pegarnos con palos y cadenas por Estados Unidos, del lado de Boedo. Corrimos, corrimos mucho todos para 9 de Julio, el único lugar a dónde había gente y luz, aunque también había ratis y era un peligro para los pibes, a nosotras nos sueltan al toque. Nos reagrupamos en plaza Dorrego, todavía había algunos gringos dando vueltas. Nacho nunca apareció. Si está en una comisaría no lo vamos a saber hasta mañana. Si lo mataron los obelos, tal vez no lo sepamos nunca.
 Otra vez es sábado, otra vez es mediodía. Otra vez estoy sin dormir y no tengo sueño. Estoy en un auto con mi hermanito yendo a lo de mi viejo como todos los sábados al mediodía. Vivímos con una mamá joven que nos despacha para poder vivir los fines de semana sin hijos.
 Me saco los aros, los prendedores. Me limpio la pintura de la cara. Escondo todos los alfileres de gancho que tengo. Guardo el cinturón y las cadenas en la mochila. Me cambio las zapatillas por unas que no están limpias, pero al menos no tienen agujeros. Me pongo un jean arriba de las medias de red rotas. Mi hermano me mira: -Estás más linda asi.- dice.
No entiende nada, tiene once años.
Llegamos al departamento del piso 16 por el ascensor, nos abre papá.

-¿Qué te dije? Con las uñas asi de desprolijas con el esmalte negro saltado a mi casa no entrás.